¿De qué manera, el enfoque de género puede llegar a romper barreras en los roles históricamente dados? El enfoque de género señala que estos roles no son naturales ni fijos. Son ideas preconcebidas que se han formado a lo largo del tiempo debido a normas sociales y culturales que influyen en nuestra manera de pensar, vivir y relacionarnos.

Recorrido de las mujeres en el ámbito laboral

Los acontecimientos ocurridos en el siglo XX impulsaron el acceso de las mujeres al mercado laboral, aunque este progreso estuvo acompañado de múltiples desafíos impuestos por las estructuras sociales de la época. Desde entonces, han luchado por condiciones de trabajo dignas, igualdad salarial, oportunidades de crecimiento, espacios de esparcimiento y cargos de liderazgo. Sin embargo, esta lucha ha tenido lugar en el contexto de sistemas patriarcales, manteniendo a las mujeres en roles con menor remuneración o en trabajos de cuidado del hogar.

La lucha por la equidad de género en el trabajo no es una competencia por ocupar los mismos espacios o alcanzar objetivos similares, sino de un esfuerzo por derribar las barreras que limitan las capacidades y el acceso a diversas oportunidades. Por lo tanto, todas las personas necesitan condiciones dignas que les permitan desarrollarse plenamente en sus roles, sin enfrentarse a obstáculos basados en estereotipos de género, discriminación o normas sociales restrictivas. La meta es eliminar la división y los prejuicios que aún persisten en muchos espacios laborales, para que cada individuo, independientemente de su género, tenga la libertad de avanzar, crecer y aportar según sus capacidades y aspiraciones. 

La equidad de género es responsabilidad de todos.

El machismo y los micromachismos no son exclusivos de un solo género: también pueden ser reflejados en pequeñas acciones cotidianas que refuerzan las desigualdades. Por ejemplo, es común que hombres asuman que ciertas tareas laborales son “femeninas” y no se involucren en ellas, en cambio algunas mujeres refuerzan esta idea diciendo: “Déjalo, no lo haces bien porque no es lo tuyo”. Asimismo, los hombres pueden desestimar las emociones de las mujeres con comentarios como “seguro estás exagerando”, mientras que muchas mujeres tienden a criticar a los hombres que muestran sensibilidad con frases como “pareces poco masculino”. Estas conductas no sólo perpetúan estereotipos, sino que también perjudican la forma en la que interactuamos, imponiendo límites innecesarios a nuestro ser y a las emociones.

Estos prejuicios afectan tanto a quienes las dicen como a quienes las escuchan. Reconocer estos patrones nos ayuda a entender que no son naturales, sino aprendidos, y que podemos desaprenderlos.

Considerando lo anterior, es indispensable reconocer que los estereotipos y sesgos afectan a toda la sociedad y que, por lo tanto, el trabajo por la equidad de género es una responsabilidad compartida. Como lo señala la pedagoga, escritora y activista social Bell Hooks, la importancia de una “comunidad de cuidado” se basa en el respeto y el apoyo mutuo como elementos para superar las estructuras tradicionales, esto requiere esfuerzos y recursos dedicados a trabajar por el enfoque de género y en el reconocimiento colectivo.

En términos de sostenibilidad, ¿cómo se puede entender el enfoque de género?

En un mundo donde las empresas ya no solo se miden por sus ganancias, la sostenibilidad y la responsabilidad social empresarial están tomando el protagonismo que merecen. Pero, ¿qué pasa cuando le sumamos el enfoque de género? Imagina un entorno laboral donde las voces diversas se escuchen y se valoren. Ello crea un ambiente más agradable e íntegro, pues impulsa la innovación y productividad, un hecho que beneficia a toda la comunidad empresarial. Recordemos que la verdadera transformación comienza al reconocer y actuar. 

Para promover un enfoque de género es necesario crear un entorno laboral donde todas las personas tengan las mismas oportunidades de crecer y desarrollarse. Esto implica llevar a cabo procesos de selección libres de sesgos y garantizar la igualdad de remuneración, eliminando las brechas salariales basadas en el género. 

Construir una cultura organizacional donde todas las personas se sientan valoradas y puedan desarrollarse plenamente es el primer paso hacia un liderazgo inclusivo y equitativo. Para lograrlo, debemos promover el equilibrio entre la vida personal y laboral, utilizar un lenguaje inclusivo en todas nuestras comunicaciones y establecer protocolos claros para prevenir y atender situaciones de acoso. 

La historia de las empresas es una constante evolución. Hoy, las organizaciones que desean trascender deben experimentar una metamorfosis hacia modelos más justos e inclusivos. Fomentar la equidad de género implica ir más allá del papel, de las políticas y normativas; requiere un cambio de mentalidad que permee todos los niveles de la organización. Es hora de dejar atrás los roles tradicionales y construir un futuro donde las personas puedan desarrollar todo su potencial, sin limitaciones impuestas por su género.

Jennifer Sáenz

Analista de Sostenibilidad de AECSA