¿Te has preguntado por qué Colombia quiere convertirse en el Silicon Valley de Latinoamérica? ¿O por qué Estonia o Israel son las “Silicon Valley Nations”? Hoy la máxima de la política mundial es abrir un Silicon Valley en el patio de la casa, pero ¿por qué Silicon Valley es un ejemplo a seguir? Y lo que es más importante, ¿Qué es una startup?
Podría pensar uno que Estados Unidos, la cuna del capitalismo, es un paraíso de bajos impuestos y pocas regulaciones. Sin embargo, California es uno de los lugares con mayor carga tributaria del país y en administración pública es un desastre, adeuda más de 20.000M de USD y tiene un déficit fiscal de 55.000 M. Aún así, en California se encuentra la tercera zona más rica del mundo y una de las más importantes para el emprendimiento global, el Valle de Santa Clara, más conocido como Silicon Valley.
Ahí nacieron Apple, Google o Netflix y no es una gran urbe como el DF o Madrid, de hecho ciudades como Saratoga o Campbell tienen algo más de 40.000 habitantes, incluso Palo Alto, hogar de empresas como PayPal o Pinterest, tiene un censo de 60.000 personas, similar al de Corozal, Sucre. No obstante, el salario medio supera los 10.000 USD mensuales, un practicante factura cerca de 6.000 y se forjan las fortunas más grandes del mundo, lo que no deja de ser curioso ya que no hay incentivos federales y un empresario que gane medio millón de dólares al año pagaría un impuesto sobre la renta de 45% mientras que en Texas sería del 32%, ¿entonces qué hace a Silicon Valley tan atractiva para las startups?
Empecemos por entender qué es una startup. Sentémonos en la máquina del tiempo y viajemos a 1956 al pueblo californiano de Mountain View, donde quedaba la sede de la empresa Laboratorio Shockley de Semiconductores, la primera en fabricar microchips de silicio y aunque de ahí viene el nombre, por esos días nadie hablaba de Silicon Valley.
San Francisco ya era la capital tecnológica del país, los radares del ejército los fabricaba Hewlett Packard y la Universidad de Stanford ya formaba a los profesionales más capacitados en tecnología de todo Estados Unidos, muchos de ellos terminaban en Shockley produciendo circuitos integrados que eran lo más innovador del momento y cualquiera habría invertido en esa empresa por lo mucho que prometía.
Sin embargo, William Shockley, el dueño del aviso, era un jefe pesadísimo, grosero e intolerante, lo que generó que ocho de sus ingenieros más talentosos se cansaran de sus abusos y abandonaran la compañía para empezar su propio negocio, lo que les costó el apodo de los ocho traidores. La cosa no era fácil, eran unos tipos de 30 años que no tenían ni un peso en el bolsillo y querían montar una empresa súper tecnológica que demandaba una inversión multimillonaria, con semejante prólogo ¿qué banco les prestaría plata? Les tenemos la respuesta: ninguno.
Pero desde el nacimiento del capitalismo han existido personas con ideas que buscan personas con dinero para asociarse y uno de esos millonarios a los que acudieron los desertores de Shockley fue Laurence Rockefeller.
El hombre no sólo tenía dinero, también un círculo social tan acaudalado como él y fue así como Rockefeller y sus amigos se pusieron de acuerdo e invirtieron ciegamente en los muchachos, una operación muy riesgosa porque no tenían nada más que una gran idea y mucho talento, pero como ya te hemos dicho acá, entre mayor es el riesgo mayor es el beneficio y ¿qué crees que pasó? Pues que se forraron en billetes
Con el dinero de Rockefeller los ocho ingenieros montaron Fairchaild Semiconductors, una empresa que se transformó en la primera capaz de comercializar microchips integrados de silicio y a su vez, Rockefeller se dió cuenta que su dinero también era otra oportunidad de negocio, por lo que fundó el el primer Fondo de Capital Riesgo del mundo: Venrock Associates, con sede en Palo Alto (Silicon Valley).
Estos fondos reciben el nombre debido a que no invierten en hechos, sino en ideas. Si mañana invirtieras en McDonald´s, al ser una empresa ya constituída y con beneficios, es muy difícil que te quiebres, mientras que darle plata a alguien que solo tiene iniciativa y una muy buena actitud, es una desfachatez; una desfachatez que se transforma en genialidad si ese proyecto tiene éxito porque el crecimiento de tu inversión será exponencial. El negocio radica en invertir en muchas ideas al tiempo, basta con que una de cada diez triunfe para que amortice la inversión en todas y la multipliquen a la máxima expresión.
Rockefeller hizo un golazo, Fairchaild hoy tiene presencia en distintos países, con más de 10.000 empleados y el éxito de Venrock generó que a inicios de los 80´s en Silicon Valley aparecieran 12 fondos de capital riesgo que básicamente captan dinero de inversionistas privados, fondos de pensión o multimillonarios y ayudan a los emprendedores a decidir qué ideas son las más promisorias para ejecutarlas.
Cómo ya te lo hemos contado en este blog, la principal diferencia entre una startup y una empresa tradicional radica en que las primeras son compañías diseñadas para crecer rápido. Una empresa tradicional (como AECSA) crece aumentando sus beneficios y reinvirtiéndolos en el negocio, de esta forma puede que crezcan más lentamente pero de una forma más estable, son modelos de negocio dependientes del flujo de caja pero se capitalizan sin tanto riesgo respirándoles en la nuca.
El tamaño no es la respuesta. Ni Coca-Cola ni Ramo ni tampoco Falabella son startups, sin embargo Facebook sí porque es un negocio escalable, poco importa si tienen 17 usuarios o 2000 millones, sus costos fijos son los mismos y adicionalmente Facebook es un caso de estudio del ciclo de financiación de una startup.
La primera etapa del ciclo es la fase semilla o valle de la muerte, es el periodo en donde la gran mayoría de iniciativas nunca llegan a desarrollarse. Mark Zuckerberg y Eduardo Saverin empezaron sacando de su propia billetera para realizar TheFacebook.com, el primer prototipo de la página o un producto mínimo viable. Por lo general, el PMV se realiza con fondos FFF (familiares, amigos y tontos, por sus siglas inglés). En poco tiempo TheFacebook se transformó en una red social muy popular en Harvard y todos los alumnos tenían una cuenta, el siguiente paso era transformarla en una empresa de verdad y para eso necesitaban dinero.
Partieron a Silicon Valley y se reunieron con un business angel llamado Peter Thiel. Estos “ángeles” son millonarios que invierten en empresas que se encuentren en el valle de la muerte como TheFacebook, que en ese entonces era una idea con potencial pero no presentaba ni un dólar de beneficio. Thiel compró el 10% de la organización por 500.000 USD, números que nos harían pensar que es demasiada plata por un arrebato que ni ventas generaba, pero en Silicon Valley hay miles de business angels que compiten ofreciendo buenas condiciones a sus emprendedores y es precisamente por eso que este sitio es tan seductor para montar una compañía.
Con esa plata, si Facebook hubiese sido una empresa tradicional, habría estado bien, bastaba para solventar sus gastos operativos y con que dejara dividendos la cosa estaba terminada. Pero es una startup, necesita crecer y crecer, de forma que una vez se supera el valle de la muerte, aparecen los fondos de capital riesgo que no solo ponen plata, sino que también asesoran a los emprendimientos hasta tal punto de tener injerencia en el modelo corporativo, en las alianzas que realizarán y hasta en el momento en que saldrán al mercado internacional.
En 2005 ACCEL Partners invirtió en Facebook 12.7M de USD a cambio del 13% de la compañía y Peter Thiel había comprado el 10% en 500.000 USD, significa que en muy poco tiempo la empresa se revalorizó y pasó de costar 5M de USD a 98 y la participación de Thiel aumentó en un 2000% (¿empiezas a entender por qué debemos tener cuidado a la hora de invertir en una startup?).
Esto se conoce como serie A de financiación, le siguen una B, una C y de ahí para adelante. Las startups viven recibiendo dinero, pueden salir a ronda cada año y es muy difícil que se quiebren por caja, pero dependen expresamente de hacer buenas inversiones. En el caso de Facebook la ronda C la protagonizó Microsoft en 2007 y compró un 1,6% de la compañía en 240M de dólares, eso significa que Facebook ya estaba costando 15.000M de USD (más que el PIB de Honduras) y que la inversión de Thiel se había valorizado en un 300.000%.
Ahora, ¿de verdad Facebook valía todo eso? ¿En 2007 vendió tanto como para justificar ese precio? Pues evidentemente no. Pero el chiste de las startups está acá, su punto de equilibrio no está sujeto a su plan financiero, con toda la plata que recogen se pueden desarrollar muchísimos servicios que tarde o temprano terminarán dando beneficios y después de esas inyecciones de capital tan grandes, cuando una startup presenta números verdes, se convierte en una mina de oro. Pero el crecimiento a punta de inversiones puntuales tiene un límite, cuando una empresa como Facebook llega a tal nivel de capitalización debe decidir si salir a la bolsa y continuar captando plata o vender como han hecho Shazam, Instagram o el mismo WhatsApp.
El caso Facebook es un ejemplo de éxito brutal, no obstante, el problema con este tipo de compañías es que su capitalización no se basa en sus ingresos y por consiguiente muchas veces presentan cifras muy infladas, como tienen financiación todo el tiempo es normal que esas inyecciones de capital les ayuden a sostener el precio de las acciones, pero están con el constante riesgo de irse al piso muy rápidamente y como el grueso de sus beneficios llegarán con los años, son más vulnerables a cualquier acontecimiento que impacte en la economía mundial.